La agricultura intensiva es un método de producción agrícola en el cual que hace un uso intensivo de los medios de producción como la siembra. Este método, trata de obtener la mayor cantidad posible de productos por unidad de superficie. Para ello, recurre a la utilización de fertilizantes (en lugar de abonos orgánicos), semillas seleccionadas, regadíos o maquinaria entre otros. Se dice que usa intensivamente la tierra porque la cultiva dos veces al año: en primavera-verano y en otoño-invierno. Dado que emplea fertilizantes, pesticidas químicos, maquinaria y sistemas de riego, necesita de menos tierra para producir una misma cantidad de alimento que el obtenido en la agricultura extensiva.

Uno de los principales desafíos de la agricultura es la producción de alimentos para los humanos. Hasta la fecha, producir alimentos para los 7.500 millones de personas, ocupa el 43 % de la tierra disponible. Sin embargo, se plantea un problema de cara al futuro: las previsiones adelantan que en 2050, en la Tierra vivirán 2.500 millones de personas más que en la actualidad.
En 2050, 2.500 millones de personas más vivirán en la Tierra
Frente a esto, numerosos estudios se preocupan por dar una solución viable, ya que, empleando los métodos de producción tradicionales, o los ecológicos, no quedará espacio disponible para la biodiversidad. En este contexto, la agricultura intensiva aparece como una posible solución.
Un estudio reciente, ha analizado los costes ambientales de la producción de alimentos teniendo en cuenta cuatro pilares fundamentales: las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), uso de agua, filtración de nutrientes (nitrógeno y fósforo) y ocupación de tierra.
Comparando los rendimientos y las consecuencias negativas de cada sistema productivo, los científicos determinaron que muchos de los sistemas con mayor rendimiento tienen un coste ecológico menor y, en especial, necesitan de menos tierra por unidad de producto. Esto se atisba como una solución clara al problema de espacio para la biodiversidad.
Dicho de otra forma, este estudio, viene a demostrar que los sistemas de producción con más externalidades, es decir, más efectos negativos -a priori-, son más productivo con menos espacio. Por el contrario, aquellos que perjudican menos al medioambiente, son menos efectivos y, por tanto, requieren más espacio para producir una misma cantidad de producto.
La realidad es que, aplicado a casos concretos, este estudio observa que en los arrozales asiáticos, el nitrógeno sintético multiplica la producción sin aumentar de manera significativa las emisiones GEI, mientras que usa menos agua por tonelada de arroz que los sistemas tradicionales, que obtienen el nitrógeno del estiércol y ambos provocan un exceso de nutrientes en las aguas comparable.
Aunque aún es necesario seguir investigando al respecto con detenimiento y cautela, este podría ser el primer paso para arrojar algo de luz sobre uno de los temas más complejos y problemáticos para el futuro medioambiental: el reto alimenticio.

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