Llevamos retraso desde que se anunció la enésima reforma de la Política Agraria Común (PAC) en 2016, aprovechando la revisión intermedia del marco financiero 2014-2020, cuando apenas nos habíamos familiarizado con la reforma de 2013. En 2018, la Unión Europea (UE) presenta su propuesta de reforma de la PAC para después de 2020.
Las principales características de la propuesta –presentada por el entonces Comisario de Agricultura y Desarrollo Rural, Phil Hogan– para una PAC modernizada y simplificada son las siguientes:
1.- Subsidiariedad y flexibilidad en la aplicación de los fondos:
- Subsidiaridad en la forma de aplicación en cuanto a que cada país podrá diseñar programas a medida.
- Flexibilidad en cuanto que podrán decidir transferir fondos de los pagos directos al desarrollo rural.
2.- Reparto «más equitativo» de los pagos a través de la priorización del apoyo a las pequeñas y medianas explotaciones y la ayuda a los jóvenes agricultores.
- Los pagos directos a los agricultores se reducirán a partir de 60 000 € y se limitarán, en el caso de los pagos superiores a 100 000 €, por explotación. Los costes laborales se tendrán plenamente en cuenta.

3.- Más ambición en materia de medio ambiente y acción por el clima. La ayuda a la renta de los agricultores ya está vinculada a la aplicación de prácticas respetuosas con el medio ambiente y con el clima. La nueva PAC impondrá a los agricultores alcanzar medidas más ambiciosas, tanto obligatorias como basadas en incentivos.
- Al menos el 30 % de cada asignación nacional para desarrollo rural se dedicará a medidas medioambientales y climáticas.
- Se espera que el 40 % del presupuesto total de la PAC contribuya a la acción por el clima.
4.- Más innovación:
- Un presupuesto de 10 000 millones de euros procedentes del programa de investigación de la UE «Horizonte Europa» y reservados para proyectos de investigación e innovación en la alimentación, la agricultura, el desarrollo rural y la bioeconomía.
- Aplicación de la nuevas tecnologías en el control y seguimiento por parte de las administraciones: aplicación de macrodatos.
- Aceleración del proceso de digitalización de la vida rural.
No obstante, la reforma de la PAC no tendrá lugar hasta tener un presupuesto de la UE a largo plazo, y esta nueva definición del marco presupuestario 2021-2027 aún no está consensuado. Habrá que esperar a ver qué ocurre con el brexit y cómo afecta éste al marco presupuestario.

Desde el anuncio de la propuesta de reforma de la PAC en 2018, ha tenido lugar un relevo en los «mandos« de la Comisión Europea, empezando por la propia presidencia. La nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, que tomará posesión de su cargo el 1 de noviembre, ya ha anunciado cuáles serán sus prioridades políticas a la cabeza de la Comisión: la lucha contra el cambio climático y la transición hacia la era digital. Ocupando un lugar central en su agenda, un pacto verde para Europa, en el que se esbozan acciones muy ambiciosas en relación con la crisis climática y con la biodiversidad. Se plantea un interesante objetivo de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en un 50 % para 2030, la presentación de una estrategia para la preservación de la biodiversidad hasta 2030 y el apoyo de una estrategia «de la granja a la mesa» que apoye a los agricultores en la producción de alimentos sanos y seguros.
Sin duda, este relevo en la presidencia reforzará, si cabe, la propuesta de una PAC más ambiciosa desde el punto de vista medioambiental. Del Pacto Verde Europeo (PVE) se hará cargo Frans Timmermans en calidad de vicepresidente de la Comisión, quien tendrá a sus órdenes a ocho comisarios, entre ellos, al de agricultura. Las organizaciones y cooperativas agrarias le han dirigido ya una carta solicitando que tenga en cuenta las necesidades del sector agrario para una transición sostenible y una política favorable a los biocarburantes y a las nuevas tecnologías.
Son muchas las incógnitas que nos surgen ante estos nuevos retos medioambientales y tecnológicos a los que nos enfrentamos en la gestión de explotaciones agrícolas, pero nuestra inquietud es la de estar preparados para esta transición climática y digital en la que la agricultura parece ser protagonista. Sin embargo, este reto no solo incumbe a la actividad agraria, sino que afecta por igual al resto de actividades económicas y, por ende, a toda la sociedad.
La ciudadanía debe replantearse la forma en la que nos movemos, producimos y utilizamos la energía y nuestros alimentos. ¿Están dispuestos los europeos a cambiar sus hábitos y formas de vida? ¿En qué medida el liderazgo de la iniciativa europea puede impactar en un mundo global cuya sensibilidad con respecto a estos retos parece aún aletargada? ¿No habría que incluir un capítulo sobre la aplicación de medidas climáticas en todos los acuerdos de libre comercio?