El aumento de la temperatura a nivel mundial deja ver sus consecuencias cada día. Es imposible negar las evidencias del cambio climático, y, precisamente por eso, la COP24 dejó un mal sabor de boca entre numerosos sectores sociales. A pesar de lo necesario de las medidas tomadas, parecen insuficientes, pues el cambio climático ha dejado de ser un problema de futuro para convertirse en un inconveniente en nuestros días.

Acabamos de despedir el año 2018: el cuarto año más cálido desde que comenzarona registrarse temperaturas en 1980. Por delante solo están, 2016, 2017 y 2015. Precismente en 2017, la media mundial sobrepasó en casi medio grado la media del periodo 1981 – 2010.
En total, el mundo acumula un aumento de 1ºC, que se traduce en forma de huracanes, aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías que amenazan la producción de alimentos. Un grave problema con consecuencias medioambientales que afectan desde ya a nuestras vidas.
El mundo acumula un aumento de 1ºC, que se traduce en forma de huracanes, aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías
Por todo esto, mantenerse firmes en el compromiso de limitar el calentamiento global a 1,5ºC resulta vital. El primer paso para llevar esto a cabo es la descarbonización de la economía para poder emitir menos CO2 a nivel mundial. No obstante, los últimos datos demuestran que solo en España, el número de emisiones aumentó en un 4,4 %. Más concretamente, los sectores industrial, energético, refinero y cementero aumentaron sus emisiones en un 10 %.
Tal y como señalan los expertos, una buena aliada a tener en cuenta de cara a este proceso de descarbonización, debe ser la economía circular. Según Naciones Unidas, alinear la economía circular con la estrategia de descarbonización ayudaría a reducir en un 50 % las emisiones de gases de efecto invernadero.
Aumentar la tecnología, las infraestructuras, cambiar los comportamientos sociales y políticos y los sectores productivos son algunos de los imperativos que exige la situación medioambiental. Sin embargo, estos no han de entenderse como esfuerzos, sino como oportuniddes para nuevos sectores emergentes que, apoyados por la industria y la ciencia, pueden posibilitar la creación de empleos verdes.
Esta es la única alternativa frente a un planeta que deja claros síntomas de su mal estado. Hasta el momento, hemos sufrido una de las sequías más destructivas de la historia (años hidrológicos de 2013 a 2016), desaparición de glaciares en el Pirineo Aragonés (casi inexistente), o episodios meteorológicos extremos como los vividos este otoño en las islas Baleares o regiones andaluzas como Campillo (Málaga).